Según José Pedro Barrán, a comienzos del siglo XIX en nuestro país la belleza se definía así:
"El cuerpo perfecto del hombre no era el del adolescente griego..., sino el del ser maduro, "robusto, fuerte, varonil", que tenía "los ojos brillantes, el color de la salud en las mejillas y el paso firme", un dominador y un triunfador, en otras palabras. Por eso los tónicos prometían, entre otras cosas, "producir fuerzas y crear carnes".
El cuerpo perfecto de la mujer también debía demostrar vigor, pero en su caso eso se obtenía no por "el paso firme" sino por "el exceso de gordura". Ya en 1869 El Ferrocarril caracterizaba el físico femenino ideal como
"ancho de pecho,frente,caderas,gruesos brazos,muslos y pantorrillas". El
Correo de las Niñas en 1895 tituló "El colmo de la hermosura. El exceso
de gordura" el caso de una niña de tres años convertida en "una elegante matrona en miniatura",a la que había que ver "para darse cuenta exacta de aquella disforme gordura y hermosura que, unida a la viveza de la niña, hace más atrayente aquella criatura". Los orgullosos padres le habían mostrado incluso al presidente de la República y llevado a la redacción de varios diarios. Los medicamentos de fines de siglo que comunicaban "el secreto de la belleza" a las niñas y mujeres, prometían "la grasa necesaria" pues "la falta de carnes significa falta de fuerzas".
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