Aracne
era una habilidosa tejedora de bellísimos tapices que estaba muy
orgullosa de sus tejidos.
Todos
querían ver cómo teñía las lanas y cómo las tejía con destreza
inigualable, porque en esa tarea era incomparable.
Las ninfas del bosque atribuían el insuperable don de Aracne a Minerva, que era la diosa de las artes manuales. Pero cuando la tejedora escuchaba estos comentarios negaba rotundamente haber recibido su habilidad de Minerva, diciendo que ella había aprendido ese arte por si misma.
Como
las habladurías seguían sosteniendo la creencia en que su gran
destreza era un don, Aracne, segura que su habilidad la había
adquirido ella sola, desafió a Minerva a competir con ella en un
concurso de tejido para arrebatarle el título de diosa del telar.
Las
ninfas escandalizadas ante tamaña osadía contra una diosa del
Olimpo, no se atrevieron a hacer más comentarios, pero no estaban
equivocadas, porque al enterarse Minerva de los dichos de Aracne se
enfureció y transformándose en una anciana se dirigió a su
casa.
Cuando le abrió la puerta, la señaló con el dedo y le aconsejó arrepentirse de su impertinencia y arrogancia contra una diosa; pero ésta no le hizo caso, volviendo a desafiar a Minerva a presentarse para defenderse ella misma, sin intermediarios.
Cuando le abrió la puerta, la señaló con el dedo y le aconsejó arrepentirse de su impertinencia y arrogancia contra una diosa; pero ésta no le hizo caso, volviendo a desafiar a Minerva a presentarse para defenderse ella misma, sin intermediarios.
La
anciana entonces se convirtió inmediatamente en quien era de verdad,
avergonzando a Aracne, que sin embargo mantuvo intacta su postura.
Decidió la diosa ingresar a la casa, para responder a tal desafío, donde se habían instalados dos telares; y ambas se pusieron a trabajar afanosamente desplegando todo su ingenio.
Minerva
diseñó un bellísimo tapiz de hermosos colores, con los doce dioses
y diosas más importantes del Olimpo, pero el tapiz de Aracne lo
superó en gran medida, agregándole a la misma escena las aventuras
de los dioses y una preciosa franja alrededor, quedando tan bello que
ni siquiera la diosa Envidia le pudo encontrar ningún defecto.
La
diosa Minerva no pudo tolerar tamaño insulto a su investidura y
dando rienda suelta a su ira destruyó el tapiz tejido por su rival.
Aracne,
humillada por la ofensa, abandonó la casa arrastrándose e intentó
quitarse la vida.
Minerva
le perdonó la vida pero la condenó a quedar colgada para siempre
tejiendo en el aire transformándola en la primera araña que hubo en
la tierra.
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