ISÉ
MOROTÍ
. En esa
tribu había dos indios niños llamados Timbó-Guazú
(árbol fuerte) y Guidaí
(luz de luna).
Timbó-Guazú
estaba destinado a ser el jefe de su tribu; tenía doce años y su
mirada era serena y profunda, su cabeza erguida, sus brazos ya tenían
la potencia de los de su padre y la piel del yaguareté
que lo cubría había sido trabajada
por sus manos.
En la
época de los fríos y las lluvias Timbó jugaba con los niños de su
edad o ayudaba a su padre en la caza, pero cuando llegaban los días
lindos y regresaban a los arenales, andaba todo el día con Guidaí,
su gran amiga indiecita, frágil como un junco, dulce y suave como
las plumas del urú.
Lo que
hacían los niños era salir a buscar un ojo de agua, el de ellos,
pequeño pero cristalino. Su agua, de tan pura, era blanca y por eso
la llamaban: Icé-Morotí
(agua blanca). Nadie más le conocía, era un secreto que tenían
desde muy pequeños.
Ese año
Guidaí no pudo ir el último día a beber de Icé-Morotí, pues su
padre resolvió emprender la marcha antes que el resto de la tribu.
Días
después, triste se despidió Timbó de su agua blanca.
En ese
nuevo lugar, durante el invierno, Luz de Luna enfermó. Tenía algo
duro en la garganta; algo que no la dejaba hablar. Cuando Timbó se
acercó a su amiguita moribunda, sus ojos de guerrero no lloraban
pero en su garganta tenía un nudo que no lo dejaba hablar. Guidaí
lo miró largamente y sólo dijo: …¡Timbó! ¡Hicé Morotí…!
Esa noche
Timbó desapareció de su campamento y corriendo por la costa del río
dulce emprendió la marcha hasta encontrar su secreta fuente. Llenaba
de agua un cuenco cuando de repente se posa frente a él un
guirá-pará y le dice: "Corre
Timbó-Guazú a llevarle el agua a Guidaí y ten por seguro que
sanará… Has de saber que ha dicho el gran Tupá que quien de esa
agua bebe se queda o vuelve…"
Arbol Fuerte
corrió y llegó a tiempo.
Al beber
del agua pura que él le trajo, Luz de Luna se mejoró.
Al
siguiente verano su tribu emprendió nuevamente el viaje a los
arenales. Esa vez todos bebieron de Isé Morotí.
Nunca más
se apartaron de ese lugar; porque “quién bebe de su agua vuelve y
se queda”.
Así nació
el pueblo de “Isé Morotí”.