jueves, 20 de agosto de 2015

Leyenda Guaraní



ISÉ MOROTÍ


. En esa tribu había dos indios niños llamados Timbó-Guazú (árbol fuerte) y Guidaí (luz de luna).
Timbó-Guazú estaba destinado a ser el jefe de su tribu; tenía doce años y su mirada era serena y profunda, su cabeza erguida, sus brazos ya tenían la potencia de los de su padre y la piel del yaguareté que lo cubría había sido trabajada por sus manos.
En la época de los fríos y las lluvias Timbó jugaba con los niños de su edad o ayudaba a su padre en la caza, pero cuando llegaban los días lindos y regresaban a los arenales, andaba todo el día con Guidaí, su gran amiga indiecita, frágil como un junco, dulce y suave como las plumas del urú.
Lo que hacían los niños era salir a buscar un ojo de agua, el de ellos, pequeño pero cristalino. Su agua, de tan pura, era blanca y por eso la llamaban: Icé-Morotí (agua blanca). Nadie más le conocía, era un secreto que tenían desde muy pequeños.
Ese año Guidaí no pudo ir el último día a beber de Icé-Morotí, pues su padre resolvió emprender la marcha antes que el resto de la tribu.
Días después, triste se despidió Timbó de su agua blanca.
En ese nuevo lugar, durante el invierno, Luz de Luna enfermó. Tenía algo duro en la garganta; algo que no la dejaba hablar. Cuando Timbó se acercó a su amiguita moribunda, sus ojos de guerrero no lloraban pero en su garganta tenía un nudo que no lo dejaba hablar. Guidaí lo miró largamente y sólo dijo: …¡Timbó! ¡Hicé Morotí…!
Esa noche Timbó desapareció de su campamento y corriendo por la costa del río dulce emprendió la marcha hasta encontrar su secreta fuente. Llenaba de agua un cuenco cuando de repente se posa frente a él un guirá-pará y le dice: "Corre Timbó-Guazú a llevarle el agua a Guidaí y ten por seguro que sanará… Has de saber que ha dicho el gran Tupá que quien de esa agua bebe se queda o vuelve…"
Arbol Fuerte corrió y llegó a tiempo.
Al beber del agua pura que él le trajo, Luz de Luna se mejoró.
Al siguiente verano su tribu emprendió nuevamente el viaje a los arenales. Esa vez todos bebieron de Isé Morotí.
Nunca más se apartaron de ese lugar; porque “quién bebe de su agua vuelve y se queda”.
Así nació el pueblo de “Isé Morotí”.

2 comentarios:

  1. Tenía apenas 9 años cuando leí por primera vez esta historia, marcó mucho mi infancia y despues de casi 23 años la encuentro nuevamente justo para compartirla con mis hijos Timbó y Guidaí
    GRACIAS Cristina Varela !!!

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